Nuestro adios al Manu

Por estas tierras ser trabajador, ser buena gente y buen amigo es promesa de una vida difícil y una muerte penosa. Aquí abajo, en la base de la pirámide social, hay cosas que no son extrañas… pero no por eso dejan de ser dolorosas.
Dolor. Eso es lo que sentimos todos los muchachotes maduros que un día nos juntamos para hacer de Alabama un grupo de compañeros que tozudamente, semana tras semana, trata de encontrarle la vuelta a un juguete de forma esférica.
Dolor porque el pasado 19 de septiembre el Manu decidió ponerle fin a algún pesar espiritual que lo aquejaba.
Se nos fue el más rápido, el más hábil, el más optimista, el que alentaba a los más pataduras… Siempre sonriente, esforzado, y compañero hasta los huesos.
A veces me pregunto, qué hacemos jugando al fútbol? A nuestra edad, con todas nuestras obligaciones, las tareas que tenemos pendientes. Por qué no dejarle el lugar a gente con más condiciones…
Y la respuesta siempre la encontré en el grupo de compañeros que hicimos en Alabama: todos somos indispensables ahí, y todos necesitamos de ese rato de encuentro. Ver a los compañeros correr, dejar el último aliento en una pelota dividida, ponerle el pecho a las balas cuando el adversario parece inclinar la cancha, rugir de furia cuando alcanzamos un merecido empate, la alegría que se comparte del gol logrado con esfuerzo. Todas las emociones de la vida concentrada en algunos minutos de juego.
Es fácil jugar en Alabama, hay que ser buen compañero.
Todo se perdona, lo malo se disuelve en el aire, lo bueno se celebra hasta el fin de los tiempos.
Por eso vamos a celebrar el paso del Manu por Alabama. Porque fue bueno tenerlo entre nosotros, porque nos honró con su presencia, porque nos dejó un montón de recuerdos imborrables, porque nos ayudó en varias ocasiones a realizar ese esfuerzo por ser felices por un rato.
Manu: un abrazo gigantesco de tus compañeros y gracias por las tardes compartidas.