Se puede decir que lo perdimos inmerecidamente, pero estaríamos mintiendo.
Se puede decir que estuvimos a punto de darlo vuelta, pero estaríamos contando un partido que sucedió en otras latitudes.
Antes de empezar repasábamos los números, como para no equivocarse con el rival: puntea el torneo tenía 8 partidos ganados (varios por goleadas abultadas), uno empatado, y no conocía la derrota. A su inmediato escolta (si, el segundo) le había hecho 6. Sus números en goles convertidos y recibidos eran para el Guiness: 33 a favor y 4 en contra.
Ni siquiera servía la enmarañada idea de que en la noche anterior vayamos a darle una tunda al goleador de ellos… la mitad del equipo que nos tocaba en suerte estaba excelentemente bien ubicados en la tabla de goleadores.
Pero no nos ganó el miedo… aunque el tintineo de dientes chocando entre sí pudiera pretender lo contrario.
Entramos y pusimos el alma. Artilugio que pretende suplir la carencia de destrezas en el juego corriendo y metiendo.
Pero ya en el primer tiempo se notaba la diferencia; nos ganaban en oficio, en velocidad, en capacidad aeróbica, en técnica, tenían más jugadores para relevos y jugaban a una velocidad desconocida para quienes cargamos una panza a cuesta.
Nosotros rascamos todo lo que pudimos, pero cuando –como se suele decir- a los tipos les tirábamos el carro encima parecía que se apoyaba un mosquito en un mamut.
Hugo, casi en solitario, intentaba jugar y nos daba a lo largo de la tarde una docena de tiros libres que no supimos aprovechar.
El arco contrario nos quedaba a kilómetros y, pusiéramos donde pusiéramos la pelota, había 3 o 4 de los oxigenados contrarios para disputarla.
Rápidamente ellos nos convierten con un disparo con una comba precisa desde afuera del área, y al rato lo empatamos con un centro de la derecha al segundo palo que pasa entre dos defensores, pica y cabezazo abajo cambiando el palo al arquero.
Parecia a que se podía soñar, pero antes del fin del primer tiempo nos hacen el segundo, como para mostrar quien es el que manda.
En el segundo tiempo fuimos decido a empatarlo, lo que nos exponía un poco.
Ellos controlaban el mediocampo pero a fuerza de golpearlo a Hugo y de darnos tiros libres, que invariablemente despreciábamos.
Un error en la salida del fondo después de un ataque del rival nos pone 3 a 1 abajo y definitivo.
Seguimos intentando y seguían golpeándolo a Huguito, lo cual le valió una roja al que dio la patada más fuerte, cuando el tiempo se consumía.
Fin del partido, y aunque con la derrota a cuesta, satisfechos por haber dado batalla a un rival superior.
Lo mejor: “el equipo”, dijo el Dani …y haberle convertido un gol a estos tipos y que no nos hicieran 6 o 7.
Se puede decir que estuvimos a punto de darlo vuelta, pero estaríamos contando un partido que sucedió en otras latitudes.
Antes de empezar repasábamos los números, como para no equivocarse con el rival: puntea el torneo tenía 8 partidos ganados (varios por goleadas abultadas), uno empatado, y no conocía la derrota. A su inmediato escolta (si, el segundo) le había hecho 6. Sus números en goles convertidos y recibidos eran para el Guiness: 33 a favor y 4 en contra.
Ni siquiera servía la enmarañada idea de que en la noche anterior vayamos a darle una tunda al goleador de ellos… la mitad del equipo que nos tocaba en suerte estaba excelentemente bien ubicados en la tabla de goleadores.
Pero no nos ganó el miedo… aunque el tintineo de dientes chocando entre sí pudiera pretender lo contrario.
Entramos y pusimos el alma. Artilugio que pretende suplir la carencia de destrezas en el juego corriendo y metiendo.
Pero ya en el primer tiempo se notaba la diferencia; nos ganaban en oficio, en velocidad, en capacidad aeróbica, en técnica, tenían más jugadores para relevos y jugaban a una velocidad desconocida para quienes cargamos una panza a cuesta.
Nosotros rascamos todo lo que pudimos, pero cuando –como se suele decir- a los tipos les tirábamos el carro encima parecía que se apoyaba un mosquito en un mamut.
Hugo, casi en solitario, intentaba jugar y nos daba a lo largo de la tarde una docena de tiros libres que no supimos aprovechar.
El arco contrario nos quedaba a kilómetros y, pusiéramos donde pusiéramos la pelota, había 3 o 4 de los oxigenados contrarios para disputarla.
Rápidamente ellos nos convierten con un disparo con una comba precisa desde afuera del área, y al rato lo empatamos con un centro de la derecha al segundo palo que pasa entre dos defensores, pica y cabezazo abajo cambiando el palo al arquero.
Parecia a que se podía soñar, pero antes del fin del primer tiempo nos hacen el segundo, como para mostrar quien es el que manda.
En el segundo tiempo fuimos decido a empatarlo, lo que nos exponía un poco.
Ellos controlaban el mediocampo pero a fuerza de golpearlo a Hugo y de darnos tiros libres, que invariablemente despreciábamos.
Un error en la salida del fondo después de un ataque del rival nos pone 3 a 1 abajo y definitivo.
Seguimos intentando y seguían golpeándolo a Huguito, lo cual le valió una roja al que dio la patada más fuerte, cuando el tiempo se consumía.
Fin del partido, y aunque con la derrota a cuesta, satisfechos por haber dado batalla a un rival superior.
Lo mejor: “el equipo”, dijo el Dani …y haberle convertido un gol a estos tipos y que no nos hicieran 6 o 7.
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