lunes, 19 de mayo de 2008

17-05-08 ALABAMA XXL 3 - Tottenhan 1 ........... La montaña y el viento


Mauel Mandeb decía que es mejor la derrota con los amigos que la victoria con los indeseables. Pero a veces la vida nos da satisfacciones mayores… la victoria con los amigos.
Este grupo de gente, que no había conocido la victoria, había batallado y batallado para encontrarse siempre y cada vez con empates, entre los cuales se colaba alguna derrota no siempre merecida.
Pero llegó el día.
El equipo se presentaba reducido (los 8 y uno más para hacer relevos), y no contaba con dos presencias fundamentales: Omar, que se resistió a renunciar a su trabajo dejándonos un agujero en el mediocampo; y Leandro que tenía cita en una Iglesia actuando de padrino, en un bautismo que no pudo postergar. En fin… gente con otras prioridades en la vida.
Pero pertrechados con lo que había, fuimos realistas y fuimos por lo imposible: ganar.
Mentiría si dijera que jugamos bien. “Lejos, el peor partido que jugamos” dijo, drástico como en sus salidas, el arquero.
En la previa, se especuló con el viento… que si primero jugamos a favor, que si arrancamos a contraviento, que esto y aquello. Debate al que traté de darle un marco más circunscrito al juego diciendo, casi rogando “ustedes hagan los goles, yo después les pongo el viento para donde quieran”.
Los británicos también clausuraron esa discusión regalándonos el saque del medio a cambio de quedarse con el viento a favor en el segundo tiempo. Sin saber que esa sería su propia perdición.
Al rato de empezar el Tigre, que tuvo su tarde esperada, conecta un tiro cruzado, muy oblicuo al arco, pero muy preciso que inclinaba del partido a favor nuestro.
Y de ahí en más era un ir y venir, pocas ideas pero mucha voluntad de ambos lados.
El Fer que se revolcaba (a veces en dirección a la trayectoria del balón) y gritaba indicaciones que se llevaban los aires rápidos de la tarde. El esforzado Daniel, improvisado zaguero, sacaba todo lo que encontraba, Gustavo y quien les escribe cubrían los laterales como si el premio fueran sendos choripanes. El Guille que corría y corría; Huguito tratando de jugar y encontrar socios, Manu y el Tigre encontrándose y haciendo nudos con la defensa rival, y el Nando, nuestro abominable hombre de las nieves -con sus 2 metros y pico- buscando algo allá en lo alto.
Cuando arrancando el segundo tiempo los muchachos de un escandaloso anaranjado se nos vinieron encima, parecíamos empecinados en aguantar el resultado.
Pero duró poco la estrategia defensiva. Tres o cuatro toques adentro del área, hasta que un Tottenhaniano a tres pasos de la línea de sentencia pone un bombazo, que no alcancé a ver… apenas si la escuché pasar.
Y nuevamente el empate. Otra vez empatar… parecía una sentencia bíblica, una maldición de Alá, una cruz que deberíamos cargar hasta el final de los tiempos.
Nadie se miraba. Todos medían las palabras para no provocar el llanto generalizado.
El partido continuó y nada parecía torcer el destino del taimado 1 a 1.
¿Qué habíamos hecho para merecer esto? Pero la verdad es que no habíamos hecho tanto como para merecer otra cosa.
Así iba yo, pensando es todos estos designios del destino cuando de pronto me di cuenta que era yo quien llevaba la pelota trashumando el mediocampo por mi carril derecho. Entonces, con la clara intención de deshacerme del compromiso que significaba tener que dar un pase al pie a un compañero, decidí jugarla de alto, un centro al área.
Acción que la mayor parte de las veces es infructuosa, pero que en todo el planeta se visibiliza como una jugada de riesgo por el mero hecho de que el balón se floree por el área rival.
Y se hubiera ido de la cancha, si no fuera que el viento en contra detuvo la parábola imprecisa que suelo darle en esas ocasiones y la hizo caer casi en vertical justo a la posición de nuestro Aconcagua con patas.
Allí, en el corazón del área, con el estilo de un elefante en un bazar, estaba Nando, el faro que iluminó la tarde con cabezazo que le llovió a un arquero que había dado un paso de más.
2 a 1 y parecíamos ganarle al destino.
Luego, el Tigre y Manuel dibujaban siluetas con trazos de estilo con precisos toques y paredes bien aplomadas, cediéndole al eterno Guille un pase en la puerta del area… amague y enganche con la derecha; disparo a rastrón con la izquierda y 3 a 1 definitivo.
Nuestro primer triunfo, señores… nuestro primer triunfo, se llamó por fin…

Lo mejor, lejos Cristian (el Tigre), y la frase de Daniel cuando terminó el partido: “cierro los ojos y lo veo cabeceando”

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El guille, con su look con vincha estilo maracaibo.

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práctica de los clasicos gestos de "¿que cobrás?"

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Gustavo, en una frenetica busqueda del bufet

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imagenes del naufragio

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y dicen que no se consigue carne... ahi hay como 500 kgs...

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